Un tema tan candente como la violencia de
género siempre es delicado de tratar por el grado de responsabilidad social que
se desprende del mismo. Pese a ello creo necesario tener que advertir un hecho:
La mal mencionada teoría de la tolerancia cero, en contra de lo que nuestra
intuición/emoción pueda creer, no es eficaz y además existe base teórica para
predecir que puede en ocasiones tener efectos criminógenos.
La tolerancia cero se trata de un
enfoque de la política de seguridad ciudadana que se centra en castigar de
forma contundente e inmediata cualquier acto delincuencial. Su origen estadounidense, se enmarca
dentro de la teoría de las ventanas rotas, teoría que fue nacida a raíz de la
búsqueda de soluciones para los barrios de las grandes ciudades que debido a su
deterioro facilitaban la existencia e incremento de los delitos. De una forma tergiversada
y a modo de eslogan pegadizo ha llegado a nuestra particular política criminal
y en concreto se ha adueñado del enfoque preventivo en materia de violencia de
género. Materia dominada básicamente por la realización de campañas
publicitarias, como única medida relativa a la prevención primaria, es decir, aquella prevención que se destina a la concienciación de toda la población en general, y
no solo a víctimas o población en riesgo.
Uno de los ejemplos más
representativos de esta conjunción de este particular enfoque y las campañas destinadas a prevenir la
violencia hacia las mujeres es el siguiente anuncio:
El mensaje principal se centra en
encararse al maltratador, en amedrentarlo mediante la humillación, el rechazo
público y el aislamiento social. Pero, ¿impide eso que se produzcan nuevos
episodios de violencia? Las cifras evidencian día a día que no. Pero
parece que ver este tipo de mensajes increpantes alivia nuestro impulso
reactivo que se despierta de forma natural al percibir la vulnerabilidad de las víctimas. Es gracias a la aceptación social y no a que se consigan buenos resultados, por lo que se mantienen las políticas de
“tolerancia cero” en este tipo de anuncios.
Es cierto también que no hay soluciones totales, y más en temas tan
complejos como el presentado, pero precisamente por eso, es por lo que es fundamental evaluar la
efectividad de las medidas criminológicas y no conformarnos por que simplemente
exista buena intención en el acto. Debemos utilizar el análisis empírico, de algo ha de servir entender las causas del maltrato doméstico y estudiar que razones originan y mantienen la violencia
contra la pareja. Precisamente por todo ello, existe una opinión contraria a mantener un
enfoque increpador y atacante hacía el maltratador. Tampoco se trata de
justificarlo, ni olvidar su responsabilidad; para ello estarán las respectivas sanciones penales, en las que no entraremos. Lo fundamental aquí, es que
estamos abordando el tema desde una perspectiva que NO FUNCIONA, que no es eficaz para
prevenir la violencia machista.
¿Porqué
no es útil?
No solo las cifras nos demuestran la inefectividad de
estos planteamientos, sino que el propio estudio de la problemática nos indica las
pocas opciones de obtener resultados positivos por esta vía.
Si se analiza el perfil del maltratador doméstico, vemos que nos
encontramos ante personas con un alto grado de frustración, baja autoestima y
poca capacidad de contención. A su vez, suelen estar fuertemente aislados
socialmente y ello retroalimenta los problemas individuales que se concentran
en el individuo. Por ello las campañas que responden de un modo tajante a la
increpación y el rechazo absoluto al maltratador, acaban
teniendo un efecto potenciador de aislamiento, hecho que aumenta la frustración y en consecuencia, el
riesgo de agresión.
Además si volvemos al ejemplo videográfico, se observa cierta agresividad en la forma en la que se emite el mensaje. Es un rasgo que solemos encontrar en estas campañas, y es totalmente comprensible, si se afirma que ha sido creada desde el ataque directo y verbal al maltratador, si en el anuncio se pretende materializar la rabia que despierta la violencia de género. Pero ello no facilita en ningún caso que el agresor reduzca su grado de violencia, al contrario la agresividad llama a más agresividad. Pensémoslo, si a alguien con un temperamento inestable, difícil de manejar, que probablemente abuse del alcohol, y que maltrata a su pareja de forma habitual, ¿en qué medida le va a servir que se le hable en tono tajante y agresivo? En mi opinión, es igual que golpear un enjambre de abejas agitadas.
Además si volvemos al ejemplo videográfico, se observa cierta agresividad en la forma en la que se emite el mensaje. Es un rasgo que solemos encontrar en estas campañas, y es totalmente comprensible, si se afirma que ha sido creada desde el ataque directo y verbal al maltratador, si en el anuncio se pretende materializar la rabia que despierta la violencia de género. Pero ello no facilita en ningún caso que el agresor reduzca su grado de violencia, al contrario la agresividad llama a más agresividad. Pensémoslo, si a alguien con un temperamento inestable, difícil de manejar, que probablemente abuse del alcohol, y que maltrata a su pareja de forma habitual, ¿en qué medida le va a servir que se le hable en tono tajante y agresivo? En mi opinión, es igual que golpear un enjambre de abejas agitadas.
Por tanto debe tomarse consciencia de que no basta con la buena intención, ya que toda medida no
contrastada, no solo puede ser inocua a la resolución del problema, sino que
puede tener efectos criminógenos y aumentar el riesgo que se pretende reducir.
¿Qué alternativas se proponen?
El enfoque principal que se ha de buscar en este tipo de
medidas publicitarias es que la mujer reaccione, que ponga límites y que sea ella misma el principal control. La razón fundamental se debe sobretodo
porque sabemos que aproximadamente la mitad las víctimas encarnan un perfil que
interiorizan esa posición y se mantienen en silencio. De hecho al observar las
muertes sucedidas, en la gran mayoría no existía denuncia, ello nos explica,
que son casos que han quedado fuera de la posibilidad de actuación y por tanto,
pese a que el objetivo final es cambiar la percepción social y el machismo, no
es menos utópico considerar que es un efecto de muy largo plazo, y por ello ha
de incitar a que las mujeres pongan en conocimiento los hechos a las
autoridades y entidades destinadas
al efecto.
A modo de ejemplo siempre me gusta poner las campañas publicitarias de
Vicky Form, una marca de ropa interior femenina. En dichas propagandas, bajo el eslogan "el poder lo tienes tú" se recalca el
fortalecimiento de la mujer y la concienciación de ésta para evitar y poner
límites al eventual maltrato que pueda sufrir por parte del hombre. Sin entrar a cuestionar la ética de la susodicha marca, es curioso como una institución alejada de la política criminal, consigue crear campañas publicitarias, en materia de prevención, más próximas a la realidad y con un mayor efecto de concienciación de las mujeres, que todo el conjunto de campañas emitidas desde las instituciones públicas.
Ha de quedar claro que centrarnos en dirigirnos a las mujeres, no trata en ningún caso de
culpabilizar a la víctima sino de mantenerla en alerta a que signos machistas que no debe
consentir y sobre que conductas debe tomar consciencia para no acabar
confundiendo el amor o la necesidad de sentirse querida, con el paulatino
control i aislamiento; dinámica característica del maltrato en la pareja.
Identificar y alertar sobre las
señales que efectúa una relación peligrosa forma parte de entender la causa del
problema, de ser conscientes de lo que ocurre para que, todavía a día de hoy, mujeres
jóvenes e independientes queden atrapadas en el un ciclo de violencia machista. En ningún caso se responsabiliza a la víctima de lo que el agresor realice, sino que se busca potenciar su capacidad de reacción, que se mantenga alerta, sobretodo en los
pequeños detalles que aproximan poco a poco a la dominación doméstica, y que muy a menudo pasan desapercibidos hasta que la violencia física aparece.
¿Qué tendencia hay en la actualidad?
Si tomamos como referencia la última campaña emitida desde el gobierno, se advierte un cierto cambio
de enfoque, en el que la advertencia y apoderameinto de la víctima está más
presente que en las anteriores, pero todavía se sigue sin abandonar el erróneo careo
con el maltratador.
En este ejemplo, los dos primeros casos siguen por la vía inoperativa de intentar transmitir al maltratador algún tipo de mensaje, mientras que en el último caso ya se busca el instigar a la mujer a ser consciente de su situación. El último de los casos sería el más adecuado a la alternativa propuesta, ya que tiene como objetivo empoderar a la mujer a que denuncie, hecho fundamental, como se ha explicado anteriormente. Pese a que en el segundo caso parece que el mensaje también va destinado a dar fuerza a la mujer, creo que para alguien que ya le han puesto la mano encima y tiene la voluntad diezmada no basta con ello; se sigue sin empatizar correctamente con la problemática. Además volvemos a esa forma de hablar tendente a la agresividad que no facilita nada la resolución de los episodios de maltrato.
En este ejemplo, los dos primeros casos siguen por la vía inoperativa de intentar transmitir al maltratador algún tipo de mensaje, mientras que en el último caso ya se busca el instigar a la mujer a ser consciente de su situación. El último de los casos sería el más adecuado a la alternativa propuesta, ya que tiene como objetivo empoderar a la mujer a que denuncie, hecho fundamental, como se ha explicado anteriormente. Pese a que en el segundo caso parece que el mensaje también va destinado a dar fuerza a la mujer, creo que para alguien que ya le han puesto la mano encima y tiene la voluntad diezmada no basta con ello; se sigue sin empatizar correctamente con la problemática. Además volvemos a esa forma de hablar tendente a la agresividad que no facilita nada la resolución de los episodios de maltrato.
Si bien es cierto, que cada vez más hay un mejor conocimiento de la violencia machista, las campañas preventivas no mejoran de forma sustancial, se siguen rotulando bajo esa inoportuna frase “ante el
maltratador tolerancia cero”, como si de una materialización del clamor popular
se tratara, verbalizando emociones de rabia e indignación que, por mucho que
nos cueste, hemos de dejar a un lado si lo que queremos es optimizar los
resultados de dichas medidas preventivas. Hemos de resistirnos a la respuesta
visceral y sucumbir a la investigación empírica y tomar en consideración los
datos que nos ofrecen las ciencias sociales para entender cual es la mejor
manera de intervenir. Es el único modo de ser profesionalmente efectivos.