Desde que la crisis financiera extendió sus efectos en nuestro país,
hemos presenciado diferentes impactos en el terreno de la criminalidad. El más
visiblemente precoz fue que pese a existir una reducción de la delincuencia
general (a la vista de los datos oficiales), se producía un incremento del
número de delitos contra la propiedad. A este respecto ya se hizo una
aproximación interpretativa en un post anterior, que ahora, un año más tarde
veo la necesidad de complementar, no porque dicha tendencia se mantenga, que lo
hace, sino porque se observan nuevas consecuencias criminógenas derivadas de la
actual crisis económica.
Por un lado puede afirmarse que
aumentan los delitos contra la hacienda pública, en concreto los relacionados
con el fraude fiscal. Los últimos
datos del equipo técnico del Ministerio de Hacienda establece que desde
2008 el dinero negro en nuestro país ha aumentado de forma exponencial (15.000
millones de €/año) Este fraude fiscal globalizado se debe mayoritariamente a la
gran existencia de la economía sumergida que parece justificarse con la
reducción de los beneficios económicos a consecuencia de la crisis financiera.
Parece que eludir el pago de impuestos es una práctica que encaja a la
perfección con los tiempos de recesión económica pero no está exenta de consecuencias. La merma de recaudación
tributaria afecta a la reducción de las ayudas asistenciales que se deben cubrir como Estado, cada
vez menos Social que somos y de los servicios cada vez menos públicos,
dilapidados en los últimos tiempos por parte de los políticos “mangantes” de turno, a los que cada vez
les quedan menos arcas públicas que saquear. Además cabe advertir que la mayor
parte de este tipo delictivo no la aglutinan ciudadanos medios al mando de
profesiones liberales (pese a que se atisba una tendencia creciente de este
tipo de prácticas) sino que está en manos de grandes corporaciones y
empresarios que, no en pocas ocasiones, están fuertemente vinculados con el
poder político y económico, hecho que todavía los hace más imparables.
En otro ámbito, radicalmente diferente como es la violencia de género contra la mujer, también se empieza a corroborar una desastrosa consecuencia de la actual crisis. Recientemente se han publicado algunos datos en referencia a este tipo de violencia y todos parecen indicar que hay un descenso generalizado de las denuncias, tendencia que no parece coincidir con los datos referentes a los casos conocidos, ya que el número de violaciones y homicidios a manos de la pareja sentimental han aumentado en este último año. Este hecho evidencia un macabro efecto de la crisis: el aumento de la llamada cifra negra; es decir, se aumenta la invisibilidad del maltrato puesto que se producen más casos que pese a darse en la realidad, no son conocidos por las estadísticas oficiales. La razón de ello la encontramos al analizar los factores que nos explican el porque la mujer víctima del maltrato persiste en esa relación truculenta. Entre otras causas, vemos que la carencia de medios económicos para subsistir de manera autónoma es en muchas ocasiones un factor determinante. Pensemos que el perfil de víctima predominante es el de una ama de casa que carece de autonomía económica. Esta falta de oportunidad y de independencia apaga las expectativas de las víctimas al plantearse el abandonar el círculo de violencia, hecho que incrementa la invisibilidad del problema. El silencio de la mujer víctima lleva a potenciar la mala interpretación de esa actitud como una especie de conformidad sobre la agresión. El agresor percibe que su conducta violenta no es tan grave o incluso que no existe y ello entorpece el poder fijar una dinámica resolutiva en este aspecto.
En otro ámbito, radicalmente diferente como es la violencia de género contra la mujer, también se empieza a corroborar una desastrosa consecuencia de la actual crisis. Recientemente se han publicado algunos datos en referencia a este tipo de violencia y todos parecen indicar que hay un descenso generalizado de las denuncias, tendencia que no parece coincidir con los datos referentes a los casos conocidos, ya que el número de violaciones y homicidios a manos de la pareja sentimental han aumentado en este último año. Este hecho evidencia un macabro efecto de la crisis: el aumento de la llamada cifra negra; es decir, se aumenta la invisibilidad del maltrato puesto que se producen más casos que pese a darse en la realidad, no son conocidos por las estadísticas oficiales. La razón de ello la encontramos al analizar los factores que nos explican el porque la mujer víctima del maltrato persiste en esa relación truculenta. Entre otras causas, vemos que la carencia de medios económicos para subsistir de manera autónoma es en muchas ocasiones un factor determinante. Pensemos que el perfil de víctima predominante es el de una ama de casa que carece de autonomía económica. Esta falta de oportunidad y de independencia apaga las expectativas de las víctimas al plantearse el abandonar el círculo de violencia, hecho que incrementa la invisibilidad del problema. El silencio de la mujer víctima lleva a potenciar la mala interpretación de esa actitud como una especie de conformidad sobre la agresión. El agresor percibe que su conducta violenta no es tan grave o incluso que no existe y ello entorpece el poder fijar una dinámica resolutiva en este aspecto.
Además de lo anterior, las mujeres siguen aludiendo una falta de
efectividad por parte del sistema jurídico y asistencial, que no permite
ofrecer una ayuda completa ni una efectiva protección. Desde la criminología
sabemos que muchas de las problemáticas sociales requieren más intervención que
el limitado sistema judicial; dar a conocer ese hecho y proponer mejores
alternativas es una de las tareas que debemos imponernos en los próximos años.
Pero debemos contar paralelamente con el trabajo asistencial a las víctimas que
fue notablemente reforzado a raíz de la LO 1/2004 y el cual ha ido creciendo
progresivamente hasta el momento.
Ahora parece que estamos en un periodo delicado, en el que los ingresos
públicos disminuyen propiciando el freno a los recursos destinados a tal
efecto. Craso error! Parece olvidarse que la problemática observada es tan solo
la punta del iceberg, el gusano que evidencia la putrefacción interna de la
manzana; y es por ello que debería ser un ámbito en constante evolución que nos
permitiese avanzar en su conocimiento, ampliar los campos de actuación y
mejorar la efectividad de las soluciones propuestas.