En el terreno de la educación
juvenil, las drogas es un tema al que siempre se le mira con respeto, incluso
me aventuraría a decir que con cierto miedo. Quizás por ello, las personas nos
atribuimos la carga moral de “hacer algo”, de intervenir en el adolescente. La
sociedad, en su mayoría, siente la necesidad de advertir a los menores sobre el
consumo de sustancias tóxicas. De hecho, la gran mayoría de los lectores
conocerán la práctica enfocada a la prevención que basa su tarea en informar
por múltiples vías sobre el mundo de las drogas y las consecuencias
perjudiciales que las mismas provocan: Conferencias,
grupos de debate, charlas educativas en las aulas... Todas esas prácticas no son más que una adaptación de un programa
de prevención estadounidense llamado DARE (drug abuse
resistance education). Dicho
programa surgió durante la década de los ochenta por una iniciativa comunitaria a raíz de una campaña de prevención
del consumo de drogas y su estrategia se basa en realizar sesiones en colegios
para ofrecer información sobre las drogas, las consecuencias de su consumo, sus
efectos y advertir de los elementos negativos.
Desde la criminología clínica, la
cual ha sometido a evaluación en reiteradas ocasiones el programa de prevención
DARE, ha determinado que no solo es ineficaz, sino que en ocasiones resulta
contraproducente, llegando no solo a no mejorar la situación de los
adolescentes sino que incluso provoca el incremento de las cifras, siendo peor
el remedio que la enfermedad. El problema es que dichos programas se mantienen
debido a la buena opinión pública de la que gozan. Creemos que tener informados
a los jóvenes les protege y además, quien lo hace se siente mejor que no
interviniendo. Todo ello deja en manos de psicólogos, criminólogos y demás
profesionales tener que luchar día a día en el desmontaje del saber popular,
que en ocasiones no se ajusta a lo deseable para la mejora de nuestra
sociedad.
Es lógico, debido a nuestro
instinto protector, querer dar toda la información necesaria y exponer nuestra
visión de los riesgos. Intentamos advertir de los peligros; peligros que conocemos
debido a la experiencia y esa experiencia es en parte la que nos da unos
determinados valores, la que se nos forma en un momento existencial concreto, la que
nos hace ser como somos en el futuro. Los problemas no se pueden ver de la
misma forma si no se han vivido por uno mismo. El error fundamental de atacar a
los adolescentes por esta vía, es obviar la etapa vital que están viviendo. Por
un lado, el grupo poblacional al
que se destina el programa, es todavía inmaduro, no está preparado para recibir
explicaciones tan explícitas. Además, estamos hablando de temas atrayentes
durante la juventud, mundos tremendamente atractivos para una mente joven, que
está deseosa de descubrir, experimentar y conocer lo prohibido. Exponer ese
mundo sin tapujos no hace más que incrementar las ganas de conocerlo, o incluso
de creer que se conoce, y aún así arriesgarse, porque en esa edad, “es lo que
mola”, teniendo además una retadora idea de control del tipo “yo no acabaré
como el pringao de la charla, yo controlo”
Entonces, sabiendo todo esto ¿qué
hacer? Desde la criminología se propone como mejor vía educativa, dotar a los
jóvenes de herramientas de juicio para que sean ellos mismos los que tomen sus
propias decisiones. Elegir decir no por decisión propia es más potente que
cualquier terapia inhibitoria. Dicho enfoque es mucho más complicado de llevar
a cabo ya que requiere de un trabajo constante y de tipo multidisciplinar. Para
ello se necesita de una colaboración fluida por parte de todos los campos que
rodean a los adolescentes, tanto la escuela como la familia, (y de un modo más idealista, la televisión, las instituciones públicas -tan amantes de la errónea publicidad Drogas No- y demás influencias juveniles) deben ir al unísono
e involucrarse desde el inicio en la enseñanza de mecanismos de autocontrol, de
valoración y toma libre de decisiones. Centrémonos en ser los referentes en los que queramos convertir al adolescente. Dejando que los jóvenes se equivoquen y
dando buen ejemplo cómo modelo parental o educativo podremos conseguir más, que siendo
anunciadores del mal y prohibiendo mundos atractivos antes de que sepan, por ellos mismos, a lo que se enfrentan.
PD: Existe una entidad llamada Energy Control. Surgida hace 10 años se encarga de dar otro enfoque mucho más acertado en cuando a la prevención del consumo de drogas, o como lo definen ellos, para la reducción de riesgos. Su charlas a menores tienen este enfoque de dar a herramientas de decisión. Mas info en: http://energycontrol.org/