miércoles, 23 de enero de 2013

Cosas Que No Funcionan: Hablar de Drogas


En el terreno de la educación juvenil, las drogas es un tema al que siempre se le mira con respeto, incluso me aventuraría a decir que con cierto miedo. Quizás por ello, las personas nos atribuimos la carga moral de “hacer algo”, de intervenir en el adolescente. La sociedad, en su mayoría, siente la necesidad de advertir a los menores sobre el consumo de sustancias tóxicas. De hecho, la gran mayoría de los lectores conocerán la práctica enfocada a la prevención que basa su tarea en informar por múltiples vías sobre el mundo de las drogas y las consecuencias perjudiciales que las mismas provocan: Conferencias, grupos de debate, charlas educativas en las aulas... Todas esas prácticas no son más que una adaptación de un programa de prevención estadounidense llamado DARE (drug abuse resistance education).  Dicho programa surgió durante la década de los ochenta por una iniciativa comunitaria a raíz de una campaña de prevención del consumo de drogas y su estrategia se basa en realizar sesiones en colegios para ofrecer información sobre las drogas, las consecuencias de su consumo, sus efectos y advertir de los elementos negativos.

Desde la criminología clínica, la cual ha sometido a evaluación en reiteradas ocasiones el programa de prevención DARE, ha determinado que no solo es ineficaz, sino que en ocasiones resulta contraproducente, llegando no solo a no mejorar la situación de los adolescentes sino que incluso provoca el incremento de las cifras, siendo peor el remedio que la enfermedad. El problema es que dichos programas se mantienen debido a la buena opinión pública de la que gozan. Creemos que tener informados a los jóvenes les protege y además, quien lo hace se siente mejor que no interviniendo. Todo ello deja en manos de psicólogos, criminólogos y demás profesionales tener que luchar día a día en el desmontaje del saber popular, que en ocasiones no se ajusta a lo deseable para la mejora de nuestra sociedad. 

Es lógico, debido a nuestro instinto protector, querer dar toda la información necesaria y exponer nuestra visión de los riesgos. Intentamos advertir de los peligros; peligros que conocemos debido a la experiencia y esa experiencia es en parte la que nos da unos determinados valores, la que se nos forma en un momento existencial concreto, la que nos hace ser como somos en el futuro. Los problemas no se pueden ver de la misma forma si no se han vivido por uno mismo. El error fundamental de atacar a los adolescentes por esta vía, es obviar la etapa vital que están viviendo. Por un lado, el  grupo poblacional al que se destina el programa, es todavía inmaduro, no está preparado para recibir explicaciones tan explícitas. Además, estamos hablando de temas atrayentes durante la juventud, mundos tremendamente atractivos para una mente joven, que está deseosa de descubrir, experimentar y conocer lo prohibido. Exponer ese mundo sin tapujos no hace más que incrementar las ganas de conocerlo, o incluso de creer que se conoce, y aún así arriesgarse, porque en esa edad, “es lo que mola”, teniendo además una retadora idea de control del tipo “yo no acabaré como el pringao de la charla, yo controlo”

Entonces, sabiendo todo esto ¿qué hacer? Desde la criminología se propone como mejor vía educativa, dotar a los jóvenes de herramientas de juicio para que sean ellos mismos los que tomen sus propias decisiones. Elegir decir no por decisión propia es más potente que cualquier terapia inhibitoria. Dicho  enfoque es mucho más complicado de llevar a cabo ya que requiere de un trabajo constante y de tipo multidisciplinar. Para ello se necesita de una colaboración fluida por parte de todos los campos que rodean a los adolescentes, tanto la escuela como la familia, (y de un modo más idealista, la televisión, las instituciones públicas -tan amantes de la errónea publicidad Drogas No- y demás influencias juveniles) deben ir al unísono e involucrarse desde el inicio en la enseñanza de mecanismos de autocontrol, de valoración y toma libre de decisiones. Centrémonos en ser los referentes en los que queramos convertir al adolescente. Dejando que los jóvenes se equivoquen y dando buen ejemplo cómo modelo parental o educativo podremos conseguir más, que siendo anunciadores del mal y prohibiendo mundos atractivos antes de que sepan, por ellos mismos, a lo que se enfrentan.






PD: Existe una entidad llamada Energy Control. Surgida hace 10 años se encarga de dar otro enfoque mucho más acertado en cuando a la prevención del consumo de drogas, o como lo definen ellos, para la reducción de riesgos. Su charlas a menores tienen este enfoque de dar a herramientas de decisión. Mas info en: http://energycontrol.org/