miércoles, 5 de diciembre de 2012

Los mitos mas extendidos sobre psicópatas


Aunque a mi pesar, cuando los criminólogos queremos ser escuchados, tenemos a nuestra disposición una carta comodín, un tema siempre atrayente: Los psicópatas. Películas, series, historias, noticias y despropósitos varios hacen de éste, un tema siempre en boga. Junto al interés que despiertan los protagonistas, se ha ido conformando una cultura popular alrededor de la figura del psicópata. Cultura que no está exenta de errores ya que, los discursos populares no se renuevan a la vez que lo hace la ciencia mediante sus avances, que día a día van descifrando este complejo enigma. Hay cosas de ellos que creemos saber, pero que distan de la realidad, como ésta, lo hace de la ficción. Desmontemos las más populares.

“SON INTELIGENTES”

La visión mayoritaria del psicópata tipo es la del asesino inteligente. Se tiende a pensar que tienen un coeficiente intelectual superior a la media. Pero no es cierto en absoluto. El psicópata se mueve por instintos, no tienen vínculo emocional y pese a que piensa poco, cuando lo hace siempre es para satisfacer su objetivo instintivo. Solo piensan en como conseguirlo. Además, su personalidad fría, atractiva y manipuladora les hace parecer más inteligentes de lo que en realidad son. Todo y así no se descarta la posibilidad de que podamos encontrarnos con alguien análogo a Hannibal Leckter; pero en ningún caso se debería a una capacidad innata que va unida a la psicopatía. Nada tiene que ver. Diferentes son aquellos psicópatas que nacen en un ambiente culto. Al disponer de oportunidades para desarrollar su intelecto, es posible que adquieran ciertas capacidades intelectuales, las cuales podrá usar en pro de sus intereses instintivos. Sería, en este último caso, el contacto con un ambiente favorable al fomento intelectual, lo que daría explicación a la existencia de un eventual psicópata “inteligente”.

“SIEMPRE ACABAN DELINQUIENDO, AGREDIENDO, MATANDO…”

El psicópata no tiene porque ser asesino. Los expertos afirman que entre el 0,5 y el 1% de la población sufre de psicopatía, de ser cierto, significaría que estamos ante la existencia de, entre 35 y 70 millones de psicópatas en todo el mundo. Es evidente que no todos acaban matando. Lo que si que es cierto es que los psicópatas acaban provocando siempre daños, pero pueden ser de todo tipo (económico, psicológico, físicos) y grado (leves, graves, muy graves) Los casos que contienen daños físicos de mayor envergadura, son los que salen a la luz pública y los que acaban por fijarse en la retina de los ciudadanos, aceptándolo como un rasgo común. 

Ya en 1948, Harvey Checkley, uno de los grandes estudiosos sobre la materia, describía a una tipología de psicópatas denominados “exitosos”. Determinó que la psicópatía también consistía en un estilo disfuncional de personalidad, y que éste, era bastante prevalente entre la población general (1%) Se tratarían de psicópatas con una adaptación social positiva, que les diferenciaría del psicópata antisocial. Los exitosos pueden acabar siendo médicos, abogados, políticos o gente con una aparente vida “normal” que, pese a ser personas irresponsables e indignas de confianza, no acabarán delinquiendo ni en prisión, como ocurre con los psicópatas propiamente antisociales.


“SUS ASESINATOS SON SIEMPRE ESPECTACULARES Y SANGRIENTOS”

Aunque cinematográficamente este sea un elemento muy recurrente, la psicopatía no es algo que dé explicación a este tipo de crímenes. Detrás de un caso sangriento, brutal, o desproporcionadamente violento, normalmente se acaba encontrando un trastorno mental, y no uno de personalidad. La psicopatía, como “constucto” (síndrome complejo), se asemeja más a un trastorno de personalidad. Si es cierto, que la falta de empatía emocional da rienda suelta a la crueldad, pero el psicópata solo la desarrolla si con ello consigue algo a cambio. En ocasiones, el psicópata cuenta además con algún trastorno mental, y es alrededor dicha enfermedad, cuando solemos encontrar atrocidades tales como amputaciones, desmembramientos, profanaciones, etc. Esos casos, aunque una minoría, son los que se mediatizan con el fin de alimentar a una sociedad morbosa (de la que no me diferencio), pero a la vez, creando un falso “vox populi” que acaba confundiendo el concepto de psicopatía. 

“NO TIENEN EMPATÍA”

En este caso, nos encontramos con una verdad a medias. Es cierto que el psicópata tiene una desconexión con la capa del cerebro que está relacionada con las emociones, el Paleopalio. Son personas carentes de respuesta emocional y ello les inhabilita en el terreno de la empatía. Lo que ocurre es que la empatía tiene dos vectores: la emocional y la cognitiva. La empatía cognitiva consiste en la capacidad para entender los sentimientos de otra persona, aún no sintiendo dichos sentimientos. La empatía emocional sería la de poder experimentar la misma emoción que otra persona. Los psicópatas pueden aprender a descifrar los códigos conductuales para entender si una persona siente amor, miedo, tristeza… y de la misma manera pueden aprender a aparentar esos sentimientos, si la situación lo requiere (para su carácter manipulador y parasitario es completamente útil conocerlo y pensar en ello) Pero es cierto que nunca podrán sentir esa emoción; siendo ésta, una de las características más evidentes para empezar a detectar el trastorno.

“SON INCAPACES DE CONTROLAR SUS IMPULSOS”

Se suele asociar instinto a impulso. Al ver al psicópata como un ser que se dedica exclusivamente a satisfacer sus instintos, inevitablemente pensamos que está al servicio de los mismos. Se piensa que el psicópata no puede contener los impulsos que le llevan a satisfacer sus instintos. Pero no es del todo cierto. Si que podemos encontrarnos con psicópatas altamente ansiosos o que se muevan de forma inmediata para satisfacer sus necesidades instintivas, pero normalmente nos lo encontraremos cuando el psicópata no haya aprendido otra cosa, y no tenga las herramientas necesarias en su vida para actuar de un modo diferente.

La impulsividad en la que piensa la mayoría, la que sería más propia de un ansioso o un paranoide, no tiene porque estar presente en la psicopatía. Esto está fundamentado en que la psicopatía es el único trastorno que comporta una agresividad instrumental. Es decir, aquel psicópata que utiliza la violencia sólo en función de lo que quiere conseguir, cuando necesita algo, controlando su uso e intensidad. En contraposición a lo que sería el ejercicio de la agresividad reactiva o impulsiva, que surge sin control ante un "output" determinado. Este tipo de violencia también se encuentra en la psicopatía, por lo que no sería raro ver actos de impulsividad en psicópatas, pero no de una manera tan frecuente como se cree. 

“NO PODEMOS REINSERTARLOS”

Es cierto, por el momento no hay una solución para la psicopatía. En gran parte se debe a que estamos ante un problema físico producido por un desarrollo cerebral deficitario, lo que hace a cualquier terapia infructuosa. De hecho, si un psicópata se somete a un tratamiento destinado a la reinserción se consigue un peor resultado, ya que aprenden mejor como han de comportarse para pasar desapercibidos y parecer “curados”. Actualmente se sabe que el único elemento de la psicopatía que puede solucionarse, aunque no es nada fácil, es el de la antisociabilidad. Pero parece ser solo un parche, ya que la persona seguirá siendo como es, pero al menos aprenderá a usar vías no delincuenciales.

[Por ejemplo, el violador de Bellvitge dijo “yo con las mujeres, o pagando, o pegando” eso evidenciaba que no tenía asumido otras vías de relación, no tenía herramientas de interacción social, no las había aprendido. Y como tampoco sentía remordimientos por usar las formas antisociales de relación, tampoco las cambiaba ni hacía por aprender de nuevas. Quizás de haberlas conocido, estaríamos hablando igualmente de un misógino pero no de un violador.]

Los expertos no se resignan a encontrar otro tipo de soluciones. Se está empezando a pensar en la prevención. Por un lado se está trabajando para detectar en niños o adolescentes los rasgos propios de psicopatía, y así "prepararse para lo que pueda venir". El tratamiento de estos sujetos requiere fundamentalmente de terapias cognitivo-conductuales que den al menor una formación de valores y conductas para que aprendan a desarrollarse entre unos límites y parámetros éticos y morales, aunque ellos no sientan esa moral como tal.



En una vertiente más "pro-ficción" encontramos corrientes de investigación neurobiológica con la pretensión de encontrar razones exactas que expliquen esa anómala formación del cerebro, que lleva a los psicópatas a ser como son. Una rama que centraría su análisis en el periodo prenatal, durante la formación del ser humano, y que de encontrar resultados concluyentes, podría dar instrucciones a seguir durante la gestación, con la finalidad de reducir el riesgo de dar a luz a un potencial psicópata. Pero eso ya es, indudablemente, otro cantar.